En Chile, el 47,2% de la población rural no tiene acceso a agua a través de redes formales. En este contexto, una de las dimensiones más afectadas es la educación. Esta carencia afecta a más del 40% de las escuelas rurales del país. Día a día vemos cómo el director de la escuela de Pedro —así le llamaremos— tiene como gran dolor de cabeza asegurar el abastecimiento de agua, para permitir que Pedro y sus amigos puedan educarse, y también recibir una correcta alimentación, higiene y cuidado.
El río que abastece de agua a su escuela tiene particularidades negativas, como color o sabor; no tienen fuentes de agua mejorada ni almacenamiento en caso de cortes y, lo que más le preocupa, la manipulación de alimentos se hace con esa agua. El acceso a este recurso es la variable más importante para la mayoría de las escuelas rurales, incluso por sobre la calidad docente, el acceso a internet, matrículas y resultados del Simce.
La realidad de la escuela de Pedro se transformó en un patrón. El estudio ‘Educar sin agua: una realidad invisible’, de Fundación Amulén, busca visibilizar esta problemática que condiciona la vida de niños, niñas, docentes y familias. El análisis concluye que hay 1.350 establecimientos rurales en Chile que se encuentran en situación de carencia de agua potable, con más de 27.100 alumnos afectados.
En dichas escuelas, más de 760 alumnos pierden más de 15 días de clases al año por consecuencia del cierre de los establecimientos por cortes o mala calidad del agua; el 44% presenta interrupciones en el suministro; el 34,9% no utiliza agua potable para la manipulación de alimentos.
Sabemos que las escuelas cumplen un rol transversal en la población rural, y son también un punto de encuentro comunitario y muchas veces de alimentación. Si los establecimientos no pueden asegurar un abastecimiento confiable, se deben buscar nuevas fuentes de suministro, solicitar ayuda externa o incluso cerrar las escuelas. Ausentismo, deserción, problemas de salud, entre otras dificultades, están perjudicando el aprendizaje y experiencia educacional de casi la mitad de las escuelas rurales en Chile. Eso nos obliga a reflexionar sobre la necesidad de establecer requerimientos mínimos en infraestructura básica que permitan asegurar las condiciones para que Pedro y sus amigos puedan forjar un presente y futuro mejor.